Recuerdo que en una de las clases
del doctorado de medicina el Dr. Fernando Silva Santisteban señalaba que los estudios
antropológicos revelaban que en las sociedades arcaicas prevalecía la “Teoría de
la Reciprocidad”, basada en tres obligaciones: la del dar, la del recibir y la
de devolver, siendo necesario conocer las razones que obligaba a volver a dar
después de recibir.
Esto hace del don un acto social
total porque implica no solamente acciones, sino también valores y principios jurídicos que se
articulan en torno al acto de dar. Marcel Mauss inspirador de toda una parte de
la reflexión sostiene que el don es esencial en la sociedad humana.
Si bien es cierto que al inicio
no lograba entender la profundidad del don, luego trataría de encontrarlo en
los valores de las personas con quienes uno convive en las organizaciones y que
forman la base de la cultura organizacional, porque este concepto ha sido
incorporado en las teorías de administración del recurso humano, principalmente
ligados al liderazgo.
Es cierto que en la sociedad del
dinero la razón económica y la lógica del ahorro nos conducen permanentemente al
individualismo, pero podríamos afirmar que la práctica social del don puede permanecer
en las acciones cotidianas.
Mi hospitalización bajo el enfoque del don
Hace unos días estuve en condición
de paciente en el hospital donde trabajo como médico desde hace algo más de tres décadas. En ese
periodo hemos ido construyendo relaciones con los compañeros de trabajo, cuya expresión
creo haberla recibido en los días durante los cuales estuve internado.
En tal sentido, debo reconocer
que recibí de parte de ellos un trato especial, hasta podríamos decir
diferenciado, no obstante que desde el principio decidí seguir todos los pasos
que debe hacer un paciente cuando se va a hospitalizar. Así, desde la cola para
pagar los exámenes y las interconsultas que en oportunidades significaba hacer
dos veces la cola porque faltaba un requisito.
En ningún momento busqué tener
una situación de privilegio por mi condición de médico, menos recurrir a la
autoridad para que me permitiera algunas concesiones por 2 razones fundamentales:
- En primer lugar, porque podría entenderse
como una discriminación y una posición asimétrica frente a los otros usuarios de
la institución.
- En segundo lugar, porque en el
argot médico existe la creencia que por ser tal siempre estamos más propensos a
que se nos compliquen las operaciones. En realidad creo que eso ocurre porque ante
el supuesto que debe darse un trato diferenciado al colega, se salen de sus
rutinas y es justamente en ese momento y por esta circunstancia que se deja de
hacer las cosas como las hace rutinariamente, casi de memoria, cometiendo el
error de querer introducir un detalle u omitirlo, que es justamente la razón por
la que ocurre la complicación.
El paciente de la cama 8062
El denominado Sector San Juan del
hospital tiene en los pisos de hospitalización 2 tipos de ambientes para los pacientes.
Las salas comunes para 6 pacientes y otras para 2 personas.
Cuando fui preparado para ser
llevado a sala de operaciones, estaba en la cama 8018, que corresponde a una
sala común de seis camas. Sin embargo, al salir de la sala de recuperación anestésica
me llevaron a la cama 8063 donde sólo había una cama. No pude identificar la
mano invisible que me colocó en un ambiente personalizado, pero todo hacía suponer
que obedecía a una disposición de la enfermera del servicio, quien había decidido
de propia iniciativa, darme un trato diferenciado.
Es menester a través de este post
reconocer la gentileza de las enfermeras, principalmente las licenciadas Ceci e
Isabel quienes estaban atentas a cualquier necesidad que pudiera derivarse de
mi atenciòn, aunque en general esa es ciertamente una característica de las
enfermeras en los diferentes servicios del hospital. Igualmente los técnicos de
enfermería, la Lic. Consuelo y los técnicos de nutrición que gentilmente se
acercaba ofreciéndome “un poquito más”. Los vigilantes que tenían una consideración
especial a los familiares que me acompañaban aun terminada la hora de visita.
El don de devolver
Hago referencia a todas estas bondades
recibidas que bien pueden ser enmarcadas en el Don de Recibir como
correspondencia a lo que se considera el Don de Dar que he vendido teniendo a
lo largo de mi vida institucional.
Por ello es necesario el faltante
Don de Devolver, que mínimamente trato de hacerlo con estas notas de
reconocimiento a las atenciones recibidas y que son finalmente el reconocimiento
personal y de mi familia.
Reconocimiento especial
Mención especial en este agradecimiento
debo hacer a los Drs. Kike Ríos Hidalgo y Dante Castro Chávez que encabezaron
el staff de cirujanos plásticos que tuvieron a su cargo mi intervención.
Igualmente a la Dra. Nancy Gamboa y a mi amiga Pina, una enfermera voluminosa
que amenazaba con colocarme un enema aun cuando la intervención quirúrgica no requería
este procedimiento, pero que ella insistía señalando que era obligatorio en su
Servicio.
Asimismo a la Dra. Haydee Gonzáles
quien en la evaluación del riesgo anestesiológico me dejó gratamente
impresionado por la manera de incorporar en su evaluación el consentimiento
informado, con un estilo que bien merece ser filmado para presentarlo en alguna
de las clases que sobre consentimiento informado hacemos en el diplomado de auditoria
médica.
Para el anecdotario
Para el anecdotario está lo ocurrido
con el anestesiólogo Dr. Tipian, quien ya estando en sala de operaciones se
identifica como parte del protocolo de “Cirugía Segura”, pero que cuando
ingresa me parece el Dr. Ríos le dice, oye, el paciente también es chinchano.
Ante esta palabra mágica que abre puertas, el anestesiólogo trata de mostrarme
su rostro bajándose la mascarilla y me dice: Dr. Yo también soy chinchano. A
caramba, le contesté usted debe ser hijo del Dr. Tipian (un antiguo médico de
la provincia). Sí, me responde, a lo que agregó, entonces después de la operación
nos comeremos un “manchapecho”, nombre popular como se le conoce a la
carapulcra con sopa seca, ese manjar gastronómico que tuviera la bendición de
Chinchaycamac el dios tutelar de los chinchas.
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