domingo, 13 de octubre de 2024

Declaración de amor

 En el año 1965, cuando ingresé (en una) a la Universidad Nacional Mayor de San Marcos para estudiar medicina, conseguí la revista “Estudiante sanfernandino”, revista oficial del Centro de Estudiantes de Medicina (CEM) de San Fernando.

En sus páginas estaba presentado como un artículo, la “DECLARACION DE AMOR” escrita aparentemente por un estudiante del primer año de medicina, utilizando términos de anatomía, que es el curso base que se enseña en ese año de estudios.

Por su interés la estoy copiando a mi blog, en razón a que es sumamente difícil encontrarla en la red, no obstante los poderosos motores de búsqueda de internet.

Según se anota a pie de página, fue tomada -en su época- de la revista “Sendas” del Centro de Estudiantes de Medicina de Chile.


Declaración de amor

De Jean Claude Anonime

 

¡Oh, mi bella Sacarina!
Desde la encrucijada ventricular de mi vida,
te nombro con mis raíces medulares anteriores, con mi líquido cefalorraquídeo,
con mis ramos comunicantes y mi aparato neurovegetativo.


Yo se bien que no soy el Gran Simpático,
ni poseo el árbol de la vida,
sólo tengo la bóveda palatina de mis sueños
donde amarte yo quisiera … con todo mi páncreas …
mi epiplón mayor … con toda fuerza electromotriz
de mi pobre e hipertrofiado corazón

 

Tus pupilar midriáticas me han echado
su red venosa de coquetería,
y desde entonces llevo en mi peto costo esternal,
clavada la espina de la tibia.
Quisiera hoy montar en alas del esfenoides
y llegar presuroso hasta tus circunvoluciones cerebrales,
para que pienses en mí y te des cuenta,
Quisiera me des un espacio poplíteo, digo propicio,
para poder contarte todo lo que te quiero

 

¡Cuántas veces te he visto mudo de asombro,
desde las columnas de Bertín,
con tus cejitas cotiloideas arregladas,
¡Sin que tú me ligues siquiera con tu ligamento redondo!
El otro día paseabas por el centro medular hemisférico
con tu capita cortical gris.
¡Estabas un botón embrionario de linda!
Llevabas una blusita bilirrubínica con una escotadura atrevida
¡Diría que era la escotadura ciática mayor!
A través de la cual se insinuaban tus senos carotídeos,
¡Oh, mi diabético amor!

 

Te escribo esta carta reflejo acondicionada,
desde la celda palmar de mis ansias,
en el ala gris de esta tarde de invierno,
para declararte el laberinto membranoso de este amor
que por ti siento, pues, ¡no miento!
Aauí ya tengo el anillo crural para tu dedo
y apenas pase de curso te prometo matrimonio.

 

Compraremos en la tienda del cerebelo
la tela coroidea para tu traje de novia,
el velo del paladar blando y la cintilla sub-pubiana
que en rozón sujete tu aponeurosis epicraneana
Atravesaremos el arco femoral. Con tus patitas de ganso
tomada de mi mano, bajo la bóveda rosada de los pilares del diafragma
y al compás de Keith y Flack y Aschoff-Tawara
tocarán la marcha nupcial las rótulas de mis compañeros.

 

Unos tocarán sus cornetes, otros las trompas de Eustaquio,
otros las de Falopio… Llegaremos así entre ramos y ramas venosas
y arteriales hasta la oliva bulbar.
Allí estará nuestra Pía Madre con su corona radiante de Reil
y su túnica peritoneal.

 

Un curita de delantal blanco.
no como el que uso en la escuela, nos dará su bendición
Tomaremos luego en los cálices renales un sorbito de buen tinto
nos haremos el signo de Babinsky, y … ¡por fin!
¡¡¡Casados, ligados, articulados en eterna esquindilesis!!!
Ese día, mi dislocada sacarina, habrá y trago y más trago,
¡nada de antitrago! y todos danzaremos con Corti y si organito
tomados de los carpos, el baile del Sambito.

 

Te llevaré en luna de miel a las lagunas de Morgagni.
Atravesaremos el Puente de Varolio,
visitaremos la meseta tibial
y bajo el plexo solar de mi dicha incontenible,
formaremos nuestro hogar.
No existirá el triángulo de Scarpa en nuestro anastomosado matrimonio
ni tu ni yo nos pondremos los cuernos anteriores de la médula
y estaremos siempre juntos, unidos por nuestros signos contrarios.

 

Para ello, el cuarto ventrículo tengo elegido en mi cabeza,
te subiré en brazos por el escaleno anterior,
atravesaremos el umbral renal,
y dejando en el lecho ungueal tu cuerpo calloso,
apoyaré tu oblonga cabellera
en la almohadilla adiposa de la cavidad cotiloidea,
y sentado en la silla turca
y llevando mi pipa en la tabaquera anatómica,
te veré, enamorado, desde el ángulo anterior de las costillas.

 

Será nuestro amor más estrecho que el estrecho inferior de la pelvis
y para que tu duramadre y tus tías no disloquen nuestro idilio,
te juro por la Crista Galli,
que con la mortaja tibioperonea,
las enterraré en la fosa de Silvio.
Te prometo todo esto, todo esto y algo más
mis apuntes, mi fonendo, mi pechera y bisturí,
y nada de politiquería,
pues no me interesa ni medio, la” hoz” del cerebro,
no el “martillo” del oído medio,
ni las “falanges” de mis cinco dedos.

 

Todo esto yo te ofrezco, Sacarina de la sangre mía,
porque erres para mí … ¡un día de asueto!
¡Las vacaciones de invierno!
Mi insulina, hormonas, ATP y antitoxinas.
En fin, eres para mí, Sacarina.
¡¡¡La aprobación de mi curso de Medicina!!!

 

(De la revista “SENDAS” publicada por el C.E.M. de la

Facultad de Medicina de la Universidad de Chile)


Lima, Octubre 2024

 

 

 

 

 

 


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