domingo, 27 de mayo de 2018

Muere otra serumista


El martes 22 de mayo en el sector denominado "Apacheta" distrito de Vinchos en el kilómetro 241 de la vía Los Libertadores se despistó el vehículo de la empresa de transporte interprovincial "Palomino", ruta Lima – Ayacucho con el trágico saldo de 5 fallecidos entre los cuales se encontraban la enfermera serumista Wendy Barboza Cueto y Rafael Segovia Huarcaya estudiante de la Facultad de Medicina y Ciencias de la Salud.

Wendy Barboza Cueto es Enfermera, egresada de la Facultad de Enfermería de la Universidad Inca Garcilaso de la Vega, Filial de Chincha y estaba culminando su SERUMS (Servicio Rural y Urbano Marginal de Salud).

Rafael Segovia Huarcaya estudiante de la Facultad de Medicina y Ciencias de la Salud de la Universidad Alas Peruana de Chincha.

El dolor de los padres

Resulta trágico comentar las noticias de jóvenes que fallecen prematuramente y ninguna expresión de solidaridad o de sentidas condolencias puede calmar siquiera mínimamente el dolor que sufren sus padres.

Si la expectativa de vida en el Perú es de 74,78 años, entonces tenemos alrededor de 50 años de vida perdidos por fallecimiento en cada uno de los casos.

Una mirada a las redes sociales de ambos jóvenes, así como las expresiones de dolor de sus amigos revelan que ambos eran muy queridos entre sus compañeros de estudios.

Nuestras sentidas condolencias a los familiares de todos los fallecidos 

Relación de fallecidos:

(Fuente: Ministerio Público Ayacucho)
1. Nancy Alarcón Rivera
2. Wendy Barboza Cueto
3. Rafael Segovia Huarcaya
4. Jorge Huayta Amancia
5. Rosa María Miranda Machaca

RIP.








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domingo, 13 de mayo de 2018

Todo hijo tiene los mejores recuerdos de su madre.


Ella ya no comparte físicamente nuestro espacio familiar, pero se mantiene vigente para todos los tiempos en la memoria de los que la amamos. Hace 2 años justamente un 13 de mayo, partió al lado de mi padre.

Al empezar a escribir esta nota en su recuerdo y en su homenaje, de pronto me vino a la memoria mi época de estudiante universitario. Yo vivía en un cuarto en los Barrios Altos cerca al hospital Dos de Mayo donde, aprovechando la cercanía acompañaba a los médicos en sus guardias con lo cual iba perfilando mi formación clínica.

Los fines de semana obligatoriamente en Chincha

Los fines de semana era obligatorio viajar así apuradito a mi Chincha querida para estar con mis padres y mis hermanos. Creo que ella asumía que yo no comía lo suficiente acá en Lima en esa época, no obstante que le decía que ingería mis alimentos en el comedor de estudiantes de la calle Cangallo, aunque nunca le dije que cariñosamente los usuarios del mismo le llamábamos “la muerte lenta”, el cual a pesar de las crisis que le afectaba siempre procuraba mantener un estándar aceptable para las necesidades nutricionales de los estudiantes.

Mis desayunos y almuerzos domingueros

Recuerdo que aquella mañana, como todos domingos ella me tenía listo un tamal de tamaño moderado que solía acompañarlo con un bisteck de cerdo que freía mi padre y sus yucas sancochadas “de reglamento”. Como puede verse, asumía que yo andaba con déficit nutricional, de ahí que procuraba en un día “nivelarme” para toda la semana. Ya ni les cuento lo del almuerzo que también parecía pantagruélico, pero así era mi madre.

Resulta que uno de esos domingos, luego del almuerzo empecé a tener un dolor abdominal agudo de moderada intensidad ante lo cual opte por tomar el ómnibus con destino a Lima, bajándome en el hospital Dos de mayo, a donde ingresé por la puerta del Servicio de emergencia.

En la Emergencia.

Al ingresar, una de las primeras personas con las que me encontré fue con la enfermera de turno, quien me reconoció inmediatamente y al verme encorvado con las manos en la parte inferior derecha del abdomen, a la cual conocemos como “fosa iliaca derecha” me dijo que le parecía un dolor abdominal. Obvio dije para mis adentros pues mis manos están en esa zona en instintiva posición antálgica (que comes que adivinas).

No te preocupes, voy a llamar al doctor Aldana que está de turno agregó. Él era el residente de cirugía que estaba de guardia, con quien felizmente nos conocíamos porque yo era un practicante asiduo de la Emergencia.

El doctor llegó presuroso, me hizo una rápida anamnesis y procedió al examen clínico. Luego de los cual me debía dar su impresión diagnóstica. Yo la miraba con mucha preocupación y él concluye: “Castro, es una apendicitis y hay que operarte ahora mismo”. Mi cabeza empezó a bullir de un mar de cosas y creo que bien podría ahora en tiempos de las redes sociales, colocar uno de esos emoticones de preocupación o de llanto.

La enfermera que habría estado en todo el momento del examen al lado del cirujano, le preguntó si había que prepararme. Claro, le contestó él, mirándome con una sonrisa malévola al tiempo que se frotaba las manos. La enfermera casi pinchándome la nariz con su dedo índice me dice “te voy a poner un enema”,

Se imaginan cómo habría estado yo ese momento, pensando un millón de cosas. Pero tomé una actitud serena y me hice una pregunta desde la racionalidad médica: ¿Que tal si no es apendicitis? Mi formación médica a esa fecha ya me había enseñado que hay diagnósticos diferenciales, es decir que semejan un cuadro clínico que no necesariamente es.

Me palpe el abdomen, tal como lo había aprendido de los grandes cirujanos que tenía el Dos de Mayo, como el profesor Bambaren Chiri por mencionar solo a alguno de ellos, buscando si realmente existían los signos característicos de apendicitis aguda, tratando de negarlos inconscientemente, no obstante que sabía que bien podía tratarse incluso del Síndrome Mínimo de Ivanissevich que iba con apendicitis aguda.

Una decisión arriesgada

No había otra, ya la enfermera preparaba su enema y me miraba pícara y sonriente de reojo. El técnico ya se aprestaba a rasurarme la zona operatoria. Es decir, todo se estaba haciendo de acuerdo al protocolo pre quirúrgico. Pero mi cerebro seguía dando vueltas al asunto porque no estaba totalmente convencido del diagnóstico que había hecho el cirujano, ante lo cual opté por tomar una decisión bastante ariiesgada..

Le dije a la enfermera: un favor Carmencita, permíteme ir al baño porque esta noticia me ha llenado la vejiga, Porfa, regreso al toque. Ella accedió, agregando, “pero no te demores que la sala de operaciones está desocupada”.

Al salir del baño, yo ya estaba casi convencido que no era un cuadro apendicular clásico, ante lo cual me dije: “Soy fuga” y así subrepticiamente me dirigí hacia otra puerta, pues ese hospital lo conocía al dedillo y salí con destino a mi cuarto de la calle Tarata, a escasas dos cuadras del hospital, donde me puse (yo mismo) bajo observación clínica, pensando por supuesto en retornar a la Emergencia si la evolución clínica así lo ameritara.

Al volver al hospital

No regresé porque los síntomas fueron cediendo. A los días, estando en clases en el aula Sergio Bernales del hospital me topé con la enfermera que me había atendido en la emergencia, quien me llamó severamente la atención. Yo acepté un poco cabizbajo todo lo que me decía pues estaba en falta ante ellos, pero mi respuesta fue dar unos saltitos en el piso diciéndole “pero ya vez que no era apendicitis”. Pero y si hubiera sido me contestó elevando el tono de su voz a la vez que agitaba sus manos, te podías haber complicado, etc. Bueno pues dije, c'est la vie (así es la vida). La clínica manda decimos los internistas.

En Chincha a la semana siguiente

A la semana siguiente al llegar a mi casa en Chincha le conté a mi madre lo sucedido, pero así suave nomás para que no se preocupara. Le dije que había tenido un dolor de barriga por comer mucho y que en la Emergencia del hospital me habían puesto una inyección con lo cual me pasó todo el problema. Se imaginan la cara que habría puesto si le contaba la verdad. Bien dicen que hay mentiras piadosas.

Bueno, esta vez te voy a servir un poco menos sentenció. Pero “ese un poco menos” era como decían allá: “para llenarte el buche para una semana”.

Así era mi madre. Ese es uno de los recuerdo que tengo de ella y de su preocupación por mi persona, lo cual solía repetir cuando iba con mis 2 menores hijos a verla, a quienes también les daba su tamal y mi padre le freía un bisteck de carne de cerdo.

Madre, te tenemos presente para toda la vida. En lo personal, siempre agradecido por las atenciones que me diste y por los valores que me inculcaste.






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sábado, 12 de mayo de 2018

San Marcos celebra su 467° aniversario


Hoy 12 de mayo nuestra cuatricentenaria Casa Superior de Estudios celebra sus 467° aniversario.

Los sanmarquinos de todas las generaciones celebramos jubilosos esta fecha recordando que la UNMSM ha sido siempre un lugar de ebullición de ideas.

La visión de la universidad la considera como referente nacional e internacional en educación de calidad; basada en investigación humanística, científica y tecnológica, con excelencia académica; comprometida con el desarrollo humano y sostenible; líder en la promoción de la creación cultural y artística.

El sanmarquino no solo estudia a la sociedad, sino que además busca transformarla para alcanzar un nuevo presente. Su liderazgo hace que mantenga viva su papel en la historia del país.

¡¡¡VIVA SAN MARCOS!!!


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viernes, 11 de mayo de 2018

Delfina Paredes, en los 467° de San Marcos


Estando a la programación de las actividades conmemorativas del 467° aniversario de nuestra universidad Decana de América, ayer hemos asistido a la presentación de nuestra laureada actriz Del­fina Paredes en su unipersonal denominado "Ya va a venir el día. Poesía de Vallejo”.

Como era de esperarse, el Auditorio Ella Dunbar Temple de la ciudad universitaria se encontraba completamente lleno, principalmente de jóvenes estudiantes, lo cual le daba un aire especial.



Ya va a venir el día
Recordemos una parta del poema “Los Desgraciados
Ya va a venir el día; da
cuerda a tu brazo, búscate debajo
del colchón, vuelve a pararte
en tu cabeza, para andar derecho.
Ya va a venir el día, ponte el saco….

El centenario de “Los heraldos negros”

Al final de esta grandiosa presentación, notando un auditorio emocionado, Delfina nos dice que “Vallejo fue sanmarquino” y nos invita a los asistentes a subir al escenario para acompañarla a recitar los Heraldos Negros, recordándonos que este año se celebran los 100 años de esta obra poética..

Ante esta invitación, vino a mi memoria los años de mi infancia en la Escuela Primaria 563 de mi natal Chincha, donde solía declamar en las distintas actividades del colegio, pero entendía también que “estaba fuera de forma” y que podía -después de tantos años- no recordar completamente las letras de esta obra cumbre de Cesar Vallejo.



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