martes, 15 de junio de 2021

Docente que se respeta no es un “profesor karaoke”

 En un momento de la clase, el profesor Inostroza lanzó una frase lapidaria, bastante sui generis, que nunca la había escuchado, en ninguna circunstancia. Dijo con singular énfasis “yo no soy un profesor karaoke”.

El mensaje era bastante claro, pues lo que trataba de decirnos no era otra cosa que él no era un profesor “lector” de diapositivas. No pude percatarme de las circunstancias en las que hizo esta afirmación.

Si vemos la evolución de la forma como se han venido “dando las clases”, desde que apareció el proyector multimedia al que muchos le llamaban “data show” así a secas, equipo con el cual se hace la presentación de diapositivas, preparadas en el no menos famoso “power point”, o ppt, era evidente que algunos docentes se limitaban simplemente a leerlas conforme las iban presentando.

Encontrábamos pues, a un profesor que iba leyendo su presentación, de espaldas a los alumnos.

Entonces, así como en los karaokes, interpretamos la canción sobre un fondo musical grabado, mientras se sigue la letra que aparece en una pantalla, así, tal cual, sería el “profesor karaoke”, un lector de sus diapositivas.

Recomendaciones para no ser “profesor karaoke”

La diapositiva debe servirnos solo como una referencia para lo que vamos exponiendo, para lo cual debe tener pocas letras y más figuras relacionadas con el tema.

Callao, 12 de junio de 2021

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domingo, 6 de junio de 2021

Una anécdota sobre la práctica de química

Acaba de finalizar el día de ayer en la maestría, el interesante curso de toxicología, desarrollado magistralmente por el profesor Inostroza.

En una de las clases, hablando de los daños que puede producir la exposición accidental a los gases, él decía que, por ello, a los alumnos no les permitía ingresar a la práctica si no llevaban los anteojos protectores, justamente para evitar daño sobre el ojo, un órgano noble que puede afectarse precisamente por la exposición a los tóxicos volátiles.

Esa frase me trajo el recuerdo de un accidente sufrido en mi primer año de universidad, cuando era cachimbo.

Aquella tarde nos encontrábamos haciendo la práctica del curso de química. Todos con mandil blanco. Nuestra profesora jefa de practicas era una doctora bastante joven, de paso diré que muy guapa, lo que hacía que no nos perdiéramos ninguna de las prácticas.

El día de aquel suceso anecdótico, tenía en mi mano derecha un tubo de ensayo, el cual contenía un líquido que debía calentarlo con el mechero de Bunsen, que es un instrumento utilizado en laboratorios para calentar muestras y sustancias químicas. En esas circunstancias, tal vez por alguna distracción con el compañero de al lado, salió del tubo en mención un vapor caliente que me cayó directo sobre el ojo.

Creo que no bien acababa de lanzar un grito de dolor, cuando sentí una mano que me cogió de los cabellos y literalmente puso mi cabeza en el lavatorio que estaba al lado. Era la profesora que me decía con voz enérgica: No cierres los ojos, al tiempo que abría el caño y el chorro continuo de agua caía sobre mis globos oculares.

El tiempo parecía transcurrir de manera interminable y yo casi estaba por decir, “me ahogo, me ahogo”, pero la profesora me mantenía con firmeza en el lavadero con el caño totalmente abierto.

Al día siguiente fui presuroso a consulta oftalmológica, pues temía que me hubiera dañado la córnea, la cual felizmente no había sido afectada,

Recordando esta anécdota de mi etapa de cachimbo, comprendí claramente la importancia de la frase del profesor Inostroza de no permitir el ingreso de los alumnos a la práctica si no contaban con los anteojos protectores.

Callao, 6 de junio de 2021.

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