Ancón: Lindo recuerdo de antaño que mi corazón evoca
Hoy he vuelto a Ancón después de casi 25 años; y ha sido de manera bastante circunstancial…
Esta tarde, al llegar a este hermoso
balneario situado al norte de Lima los recuerdos me salían a borbotones.
Así, aparecían en mi memoria, las actividades realizadas con el
personal del centro de salud ubicado en la calle Loa, cuyo jefe era el
Dr. Nepomuceno Mucha; la obstetriz Rebeca Vera, quien además era
concejal y tal vez por lo mismo denotaba intensa actividad en el
establecimiento, con una gran cantidad de pacientes; igualmente el
personal técnico de enfermería.
Llegamos a Ancón como “castigo”
El apra nunca pudo digerir que el gremio
médico le hiciera aquella histórica huelga de 100 días, por lo que
pensaron que una manera de “castigarnos” era enviándonos “a la
periferie”, denominación que le daban entonces a las Postas y Centros de
Salud. Allá fuimos a parar contra toda lógica administrativa, médicos
especialistas que pertenecíamos al hospital. Era pues su revanchismo.
Hay que “deportarlos” era el término
utilizado por ellos, no obstante que en ese mismo gobierno, personas de
mayor trascendencia como el Dr. Tejada de Rivero, quien traido de OPS
como ministro de salud, hablaba de sus famosos “7 lineamientos”,
los mismos que su fanaticada intentaba convertir en catecismo obligado a
ser recitado por el personal de salud; pero que además, señalaba que el
eje de la atención sanitaria estaba en los centros de salud, dándole a
los hospitales la denominación de “Hospitales de Apoyo”.
Hay que encontrar oportunidades de desarrollo y ver lo positivo en lo negativo
En mi caso, yo fui destinado al Centro de
Salud de Ancón por 1 mes, pero por propia decisión me quedé 6 meses,
gracias a la química lograda con el personal de este establecimiento, de
quienes guardo los mejores recuerdos.
Trabajábamos en turnos de 24 horas; y
alrededor de las 5 de la tarde bajábamos al muelle a comprar el pescado
que a esa hora traían los pescadores artesanales, que luego, en la
cocina del centro de salud, “fritos con su limón”, lo compartiríamos
en una amena tertulia con todo el personal de guardia, lo que permitía
hacer amistad y fortalecer relaciones de trabajo, en lo que ahora se le
llama cultura organizacional.
Además los sábados que trabajábamos medio
día, saliendo del centro, nos dirigíamos al malecón a probar la delicia
de cebiche preparado con pescado fresco, recién sacado del mar. Era
pues el manjar que ya hubiese querido probar el mitológico Rey Neptuno.
Cómo entonces no alargar nuestra
estancia, si habíamos encontrado oportunidades para desarrollar
habilidades comunicacionales que luego nos serviría a lo largo del
ejercicio profesional.
Visitábamos a pacientes en tricimoto
Se me ocurría que a la manera del doctor
Juvenal Urbino, aquel médico licenciado en París protagonista de la
galardonada novela “El amor en los tiempos del cólera” de García
Márquez, que vuelve a su pueblo de origen y visitaba a sus pacientes en
los coches halados por caballos, nosotros hacíamos las consultas
domiciliarias en tricimotos, que eran los medios de transporte local,
recibiendo el cariño de la gente anconera que al final de la consulta
nos invitaba un cafecito como agradecimiento por la atención brindada.
25 años después
Por ello, hoy, en el Malecón Ferreyros,
en uno de aquellos departamentos de propiedad de gente que vive en Lima y
que acudía al balneario sólo en temporada de verano dejándolos al
cuidado de lugareños el resto del año, he sido invadido por estos
recuerdos que me han hecho pasar por alto los cambios que ha sufrido el
pueblo como consecuencia de este transcurrir del tiempo, porque nada es
inmóvil.
PD.: María (RIP), estarás eternamente en mi memoria y mi corazón.
PD.: María (RIP), estarás eternamente en mi memoria y mi corazón.
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