En el año 1965, cuando ingresé (en una) a la
Universidad Nacional Mayor de San Marcos para estudiar medicina, conseguí la
revista “Estudiante sanfernandino”, revista oficial del Centro de Estudiantes
de Medicina (CEM) de San Fernando.
En sus páginas estaba presentado como un
artículo, la “DECLARACION DE AMOR” escrita aparentemente por un estudiante del primer año de
medicina, utilizando términos de anatomía, que es el
curso base que se enseña en ese año de estudios.
Por su interés la estoy copiando a mi blog, en
razón a que es sumamente difícil encontrarla en la red, no obstante los poderosos
motores de búsqueda de internet.
Según se anota a pie de página, fue tomada -en
su época- de la revista “Sendas” del Centro de Estudiantes de Medicina de Chile.
Declaración de amor
De Jean
Claude Anonime
¡Oh, mi bella Sacarina!
Desde la encrucijada ventricular de
mi vida,
te nombro con mis raíces medulares
anteriores, con mi líquido cefalorraquídeo,
con mis ramos comunicantes y mi
aparato neurovegetativo.
Yo se bien que no soy el Gran
Simpático,
ni poseo el árbol de la vida,
sólo tengo la bóveda palatina de mis
sueños
donde amarte yo quisiera … con todo
mi páncreas …
mi epiplón mayor … con toda fuerza
electromotriz
de mi pobre e hipertrofiado corazón
Tus pupilar midriáticas me han
echado
su red venosa de coquetería,
y desde entonces llevo en mi peto
costo esternal,
clavada la espina de la tibia.
Quisiera hoy montar en alas del
esfenoides
y llegar presuroso hasta tus
circunvoluciones cerebrales,
para que pienses en mí y te des
cuenta,
Quisiera me des un espacio poplíteo,
digo propicio,
para poder contarte todo lo que te
quiero
¡Cuántas veces te he visto mudo de
asombro,
desde las columnas de Bertín,
con tus cejitas cotiloideas arregladas,
¡Sin que tú me ligues siquiera con
tu ligamento redondo!
El otro día paseabas por el centro
medular hemisférico
con tu capita cortical gris.
¡Estabas un botón embrionario de
linda!
Llevabas una blusita bilirrubínica
con una escotadura atrevida
¡Diría que era la escotadura ciática
mayor!
A través de la cual se insinuaban
tus senos carotídeos,
¡Oh, mi diabético amor!
Te escribo esta carta reflejo
acondicionada,
desde la celda palmar de mis ansias,
en el ala gris de esta tarde de
invierno,
para declararte el laberinto
membranoso de este amor
que por ti siento, pues, ¡no miento!
Aauí ya tengo el anillo crural para
tu dedo
y apenas pase de curso te prometo
matrimonio.
Compraremos en la tienda del
cerebelo
la tela coroidea para tu traje de
novia,
el velo del paladar blando y la
cintilla sub-pubiana
que en rozón sujete tu aponeurosis
epicraneana
Atravesaremos el arco femoral. Con
tus patitas de ganso
tomada de mi mano, bajo la bóveda
rosada de los pilares del diafragma
y al compás de Keith y Flack y Aschoff-Tawara
tocarán la marcha nupcial las
rótulas de mis compañeros.
Unos tocarán sus cornetes, otros las
trompas de Eustaquio,
otros las de Falopio… Llegaremos así
entre ramos y ramas venosas
y arteriales hasta la oliva bulbar.
Allí estará nuestra Pía Madre con su
corona radiante de Reil
y su túnica peritoneal.
Un curita de delantal blanco.
no como el que uso en la escuela,
nos dará su bendición
Tomaremos luego en los cálices
renales un sorbito de buen tinto
nos haremos el signo de Babinsky, y
… ¡por fin!
¡¡¡Casados, ligados, articulados en
eterna esquindilesis!!!
Ese día, mi dislocada sacarina,
habrá y trago y más trago,
¡nada de antitrago! y todos
danzaremos con Corti y si organito
tomados de los carpos, el baile del
Sambito.
Te llevaré en luna de miel a las
lagunas de Morgagni.
Atravesaremos el Puente de Varolio,
visitaremos la meseta tibial
y bajo el plexo solar de mi dicha incontenible,
formaremos nuestro hogar.
No existirá el triángulo de Scarpa
en nuestro anastomosado matrimonio
ni tu ni yo nos pondremos los cuernos
anteriores de la médula
y estaremos siempre juntos, unidos
por nuestros signos contrarios.
Para ello, el cuarto ventrículo
tengo elegido en mi cabeza,
te subiré en brazos por el escaleno
anterior,
atravesaremos el umbral renal,
y dejando en el lecho ungueal tu
cuerpo calloso,
apoyaré tu oblonga cabellera
en la almohadilla adiposa de la cavidad
cotiloidea,
y sentado en la silla turca
y llevando mi pipa en la tabaquera
anatómica,
te veré, enamorado, desde el ángulo anterior
de las costillas.
Será nuestro amor más estrecho que
el estrecho inferior de la pelvis
y para que tu duramadre y tus tías
no disloquen nuestro idilio,
te juro por la Crista Galli,
que con la mortaja tibioperonea,
las enterraré en la fosa de Silvio.
Te prometo todo esto, todo esto y
algo más
mis apuntes, mi fonendo, mi pechera
y bisturí,
y nada de politiquería,
pues no me interesa ni medio, la”
hoz” del cerebro,
no el “martillo” del oído medio,
ni las “falanges” de mis cinco
dedos.
Todo esto yo te ofrezco, Sacarina de
la sangre mía,
porque erres para mí … ¡un día de
asueto!
¡Las vacaciones de invierno!
Mi insulina, hormonas, ATP y antitoxinas.
En fin, eres para mí, Sacarina.
¡¡¡La aprobación de mi curso de
Medicina!!!
(De la
revista “SENDAS” publicada por el C.E.M. de la
Facultad
de Medicina de la Universidad de Chile)
Lima, Octubre 2024
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