Viaje de estudios a la zona del desastre I
El comedor de estudiantes. Punto de Reunión
Habíamos convenido en reunirnos en la puerta la Facultad de Medicina que está al lado del comedor de estudiantes en el jirón Cangallo a las 06:30 hs. Desde allí nos dirigiríamos a la agencia de transportes que nos llevaría a Chincha para realizar un trabajo de investigación cuyo objetivo consistía en evaluar aspectos relacionados con la epidemiología post-desastres.
Como era bastante temprano la mayoría no había tomado desayuno. Yo tenía planeado hacerlo al llegar a nuestro punto de destino, pero aprovechando que estábamos al costado del comedor universitario, los estudiantes hicieron una gestión ante el encargado del establecimiento para que se nos atendiera excepcionalmente a esa hora, ya que el inicio de la atención es recién a las 07:00 hs. Entendiendo el carácter del viaje de estudios, el empleado accedió a la petición y nos hizo pasar, por lo que agradecimos esa actitud solidaria.
Yo también ingresé con ellos y recibí mi ración de desayuno consistente en un tazón de avena y dos panes, uno con mantequilla y el otro con hot dog.
La enzima “cangallasa”(1)
Estábamos saboreando el desayuno que a esa hora nos caía “de perilla” (para alegría de nuestros jugos gástricos), cuando una de las alumnas se permite hacerme una broma, y me dice que el desayuno podía caerme mal si no tenía la enzima “cangallasa”, haciendo referencia al “Comedor de Cangallo”. Todos reímos la ocurrencia.
Claro que yo tenía esa “enzima” les dije, porque durante mis años de estudiante de medicina fui un cumplido comensal de la famosa “muerte lenta”, nombre cariñoso que los estudiantes, desde tiempos inmemoriales le habían puesto a este comedor.
Algunas anécdotas
Mientras desayunábamos decidí contarles alguna de las anécdotas de esa época. Por ejemplo, que cuando aún no existía el comedor de la ciudad universitaria, los estudiantes de las facultades ubicadas en ese distante lugar, venían en “el burro” (nombre con el que se conoce al bus de la universidad), el cual los dejaba en el paradero final ubicado a unas 5 cuadras del comedor, y desde allí se iniciaba una veloz carrera en pos de la ansiada ración de almuerzo. Era espectacular ver por lo menos a un nutrido grupo de alumnos que bajaban de los buses, y salivando a la manera del experimento de Pavlov, iniciaban una espectacular carrera por la avenida Grau “dribleando” a los autos y que seguramente habría batido muchas veces el record mundial de velocidad.
También les comentaba que generalmente los días viernes, casi cerca de las 2 de la tarde, salían del comedor un importante número de estudiantes en marcha de protesta dirigidos por el “Comité de Comensales”. La policía, que conocía de estos preparativos, los esperaba en las cercanías y trataba de dispersarlos utilizando bombas lacrimógenas. En esas circunstancias, el comedor se llenaba de gases; y entonces aprendimos a comer en medio del gas lacrimógeno porque de lo contrario ese día nos quedábamos en ayunas.
En fin, hay una serie de anécdotas sobre la siempre bien recordada “muerte lenta”, que seguramente las tomaré para siguientes artículos.
Finalmente, les dije que el sabor del desayuno permanecía invariable a través del tiempo, y que era casi como volver a besar a una antigua novia.
(1) Las enzimas aceleran las reacciones químicas en el organismo
Etiquetas: Universidad
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