La partida de Mama Hilda al reencuentro con mi padre
El viernes 13 de mayo último, Mama
Hilda, nombre familiar con el que llamábamos a nuestra amada madre, partió para
juntarse con nuestro difunto padre Don Thelmo Castro quien había fallecido 12
años antes.
Su cumpleaños Nº 95 significó
para la familia todo un acontecimiento trascendente, celebrado a lo grande como
ella bien lo merecía, contando con la asistencia masiva de toda la parentela. Fue
su último cumpleaños. (ver).
Los adultos presienten la muerte
Creo que las personas no estamos
suficientemente capacitadas para entender el fin de la vida, no obstante que se
trata de un hecho inexorable para todos los mortales, pero que debería estar siempre
por encima de la expectativa de vida de cada país de manera que cuando se muere
antes de ese tiempo hablamos de “años de vida potencialmente perdidos” (AVPP).
Ella al fallecer estaba 20 años
por encima de ese dato estadístico pues pertenecía a una familia longeva. Su
madre, nuestra abuela materna doña Rosa Santana, vivió también hasta los 95 años
de edad.
Sabía que tarde o temprano ese
momento habría de llegar y así lo entendimos cuando hace un tiempo manifestó que
“Thelmo me está llamando”, dando a
entender que ya estaba próximo el día de su reencuentro con nuestro padre, con quien
hizo una familia que nos formó en valores, realizándose como mujer, madre y persona,
siendo motivo de admiración y respeto para todos los que la conocieron.
Decíamos que los adultos
presienten la muerte porque igual sucedió hace 12 años cuando falleció mi padre.
Una semana antes de su partida la casa estaba llena de familiares, muchos de
los cuales habían llegado desde Lima para acompañarnos en las ceremonias
fúnebres que se sabían inminente, ante lo cual él me dice sonriendo: “caramba, parece se están adelantado porque
todavía no he muerto, jajaja”. Pocos días después falleció de manera
tranquila.
Lo importante es darles calidad de vida
El deber de los hijos será siempre
devolver el cuidado que nos prodigaron cuando éramos niños, periodo en el cual
esa era su prioridad, por encima de cualquier otra circunstancia.
Por eso, cuando ese viernes 13 de
mayo Judith, la enfermera que la cuidaba se comunicaba telefónicamente conmigo a
las 2 de la tarde para informarme sobre su estado de salud del día, lo hace diciendo:
“doctor William, ya le acabo de dar su última
pastilla”.
Ella lógicamente se refería al
medicamento que debía administrarle a esa hora, sin saber por cierto que coincidentemente,
se trataba “de la última pastilla”,
pues media hora después me vuelve a llamar, esta vez sumamente angustiada y
nerviosa, para decirme, “… Mama Hilda
acaba de fallecer”.
Para Judith una joven y eficiente
enfermera, a quien le expreso el infinito agradecimiento de nuestra familia, era
tal vez la primera vez que le sucedía un hecho de esta naturaleza, de ahí su
nerviosismo que se percibía a través de la línea telefónica,
Tuve que decirle que se calmara,
que todos estábamos preparados para la llegada de este momento, que lo importante
era que habíamos cumplido con nuestro deber de hijos y ella de enfermera.
Mi difunto padre estaba pendiente de su esposa
Días antes tuve el siguiente
sueño: Estaba en mi cama durmiendo cuando
de pronto sentí la presencia de un viento que ingresaba a la casa de manera
rápida para ubicarse en una esquina del dormitorio frente a donde yo me
encontraba. Al levantar la mirada pude ver el rostro de mi amado padre. Tenía
la mirada fija sobre mi persona, pero no con esa expresión de hombre sonriente que
lo caracterizaba, sino que esta vez tenía el rostro serio, mirándome fijamente,
“achinando los ojos”, inmutable, sin pestañear, como cuando analizaba alguna
circunstancia preocupante. Estuvo largo rato en esa posición y luego se retiró igualmente
como un viento, tal como había ingresado.
Al despertarme recordé claramente
ese sueño. Buscando su significado entendía que aún fallecido él seguía
pendiente su esposa a quien cuidó en salud y enfermedad y que a través de esta
visita supervisaba su fiel y escrupuloso cumplimiento (“te estoy observando”), por lo que podemos decirle en esta hora
final: “Padre, hemos cumplido con nuestra
madre, tu siempre querida esposa, tal como lo has dispuesto y como ha sido
nuestro deber de hijos”.
Ambos descansen en paz, que
estarán con nosotros in sécula seculórum.
(RIP).
Etiquetas: Familiar
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