lunes, 6 de junio de 2016

La partida de Mama Hilda al reencuentro con mi padre



El viernes 13 de mayo último, Mama Hilda, nombre familiar con el que llamábamos a nuestra amada madre, partió para juntarse con nuestro difunto padre Don Thelmo Castro quien había fallecido 12 años antes.
Su cumpleaños Nº 95 significó para la familia todo un acontecimiento trascendente, celebrado a lo grande como ella bien lo merecía, contando con la asistencia masiva de toda la parentela. Fue su último cumpleaños. (ver).


Los adultos presienten la muerte
Creo que las personas no estamos suficientemente capacitadas para entender el fin de la vida, no obstante que se trata de un hecho inexorable para todos los mortales, pero que debería estar siempre por encima de la expectativa de vida de cada país de manera que cuando se muere antes de ese tiempo hablamos de “años de vida potencialmente perdidos” (AVPP).


Ella al fallecer estaba 20 años por encima de ese dato estadístico pues pertenecía a una familia longeva. Su madre, nuestra abuela materna doña Rosa Santana, vivió también hasta los 95 años de edad.
Sabía que tarde o temprano ese momento habría de llegar y así lo entendimos cuando hace un tiempo manifestó que “Thelmo me está llamando”, dando a entender que ya estaba próximo el día de su reencuentro con nuestro padre, con quien hizo una familia que nos formó en valores, realizándose como mujer, madre y persona, siendo motivo de admiración y respeto para todos los que la conocieron.


Decíamos que los adultos presienten la muerte porque igual sucedió hace 12 años cuando falleció mi padre. Una semana antes de su partida la casa estaba llena de familiares, muchos de los cuales habían llegado desde Lima para acompañarnos en las ceremonias fúnebres que se sabían inminente, ante lo cual él me dice sonriendo: “caramba, parece se están adelantado porque todavía no he muerto, jajaja”. Pocos días después falleció de manera tranquila.
Lo importante es darles calidad de vida


El deber de los hijos será siempre devolver el cuidado que nos prodigaron cuando éramos niños, periodo en el cual esa era su prioridad, por encima de cualquier otra circunstancia.
Por eso, cuando ese viernes 13 de mayo Judith, la enfermera que la cuidaba se comunicaba telefónicamente conmigo a las 2 de la tarde para informarme sobre su estado de salud del día, lo hace diciendo: “doctor William, ya le acabo de dar su última pastilla”.


Ella lógicamente se refería al medicamento que debía administrarle a esa hora, sin saber por cierto que coincidentemente, se trataba “de la última pastilla”, pues media hora después me vuelve a llamar, esta vez sumamente angustiada y nerviosa, para decirme, “… Mama Hilda acaba de fallecer”.
Para Judith una joven y eficiente enfermera, a quien le expreso el infinito agradecimiento de nuestra familia, era tal vez la primera vez que le sucedía un hecho de esta naturaleza, de ahí su nerviosismo que se percibía a través de la línea telefónica,


Tuve que decirle que se calmara, que todos estábamos preparados para la llegada de este momento, que lo importante era que habíamos cumplido con nuestro deber de hijos y ella de enfermera.
Mi difunto padre estaba pendiente de su esposa


Días antes tuve el siguiente sueño: Estaba en mi cama durmiendo cuando de pronto sentí la presencia de un viento que ingresaba a la casa de manera rápida para ubicarse en una esquina del dormitorio frente a donde yo me encontraba. Al levantar la mirada pude ver el rostro de mi amado padre. Tenía la mirada fija sobre mi persona, pero no con esa expresión de hombre sonriente que lo caracterizaba, sino que esta vez tenía el rostro serio, mirándome fijamente, “achinando los ojos”, inmutable, sin pestañear, como cuando analizaba alguna circunstancia preocupante. Estuvo largo rato en esa posición y luego se retiró igualmente como un viento, tal como había ingresado.
Al despertarme recordé claramente ese sueño. Buscando su significado entendía que aún fallecido él seguía pendiente su esposa a quien cuidó en salud y enfermedad y que a través de esta visita supervisaba su fiel y escrupuloso cumplimiento (“te estoy observando”), por lo que podemos decirle en esta hora final: “Padre, hemos cumplido con nuestra madre, tu siempre querida esposa, tal como lo has dispuesto y como ha sido nuestro deber de hijos”.


Ambos descansen en paz, que estarán con nosotros in sécula seculórum. (RIP).


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