domingo, 20 de abril de 2008

La muerte y la doncella

Esta es una colaboración de Andrés Pascuas un escritor colombiano, quien durante su breve estancia en el Perú enfermó, siendo internado en mi hospital (Daniel Alcides Carrión del Callao). Accedió gentilmente a escribir este relato:

La Muerte y la Doncella

I

Me sucedió esto el tercer día de estadía allí. Me desperté sobresaltado al amanecer en medio de tercos sueños delirantes. En los primeros minutos nada parecía tener sentido. Me froté los ojos varias veces, sequé el sudor, producto de la fiebre de mi frente y me senté a observar cómo poco a poco, esa oscura silueta, iba tomando sentido. Transcurrió tal vez media hora, hasta que al fin comprendí de qué se trataba. Al principio el miedo me aturdió, no era capaz de moverme, ni de pronunciar palabra alguna, ya no sentía, incluso, ese fuerte dolor de hígado, producto de la hepatitis por la cual fui hospitalizado en aquella clínica.

Parecía como si yo no existiera, o mejor, como si yo no le interesara; ni yo ni los otros diez pacientes con los que compartíamos la Sala de Observación. Ellos tampoco notaban su presencia, dormían, descansando sus enfermedades.

Caminaba lentamente de lado a lado del pasillo, con la paciencia del que espera un valioso tesoro. Sólo se detenía para observar a uno de mis compañeros enfermos que se encontraba en una cama a mi lado derecho. Cuando la vi parada frente a él, intenté reconocer sus rasgos, pero la oscuridad de la madrugada y la capota que llevaba puesta hacían la labor imposible.

II

Y tan contenta que se encontraba su doncella el día anterior. Estaba loca de contenta pues aseguraba que su hombre muy pronto se recuperaría. “Qué lindo es tener a mi lado a un hombre débil e indefenso al cual cuidar” decía, y permanecía siempre atenta a lo que su hombre necesitara, no le importaba que él llevara poco más de un mes sin despertar.

Sagradamente todos los días lo visitaba: le leía libros que hablaban de amor, le acariciaba su cara y sus manos con ternura. Últimamente se dedicaba a tejerle unos guantes de lana azul, su color favorito, para que usara en las noches frías cuando saliera del hospital.

III

Esa mañana me desperté con el sonido de los lamentos, de los peldaños y de las viejas escaleras que trancaban.

Soñé toda la noche anterior, breves gritos intermitentes se internaron en mi sueño; creí entender que los delirios se debían a la fiebre de mi enfermedad, sin embargo di un rápido vistazo y me quedé asombrado: no encontré la oscura silueta y tampoco estaba mi compañero enfermo ni su bella doncella acompañándolo; sólo había un par de guantes de lana encima de una cama vacía.

Andrés Pascuas Cano

andrespascuas@hotmail.com

www.andrespascuas.blogspot.com

www.sinpecadocapital.blogspot.com

domingo, 6 de abril de 2008

Una primera dama obligada a usar zapatos bajos

Parte del oficio de los periodistas consiste en estar a la caza de detalles debido a que maneja con cierto sensacionalismo hechos “impactantes” referidos casi siempre a personajes famosos con los cuales captaría la atención de un público que también sincroniza con fruición esa “tendencia curiosa”.

Eso es lo que ha sucedido durante la visita oficial a Londres del presidente francés Nicolas Sarkozy acompañado de su esposa, la ex modelo y cantante italiana Carla Bruni.

El diario ingés "The Guardian" destacó los zapatos planos utilizados por la Bruni a su llegada a Londres y a Windsor, señalando que “esos zapatos planos llaman la atención sobre la estatura de su esposo y sobre el hecho de que los talones de él sí eran altos, casi tanto como los de la reina", escribió el diario.

De manera pues que Carla Bruni le ha dicho adiós a los zapatos de taco alto para no sobrepasar la altura de su marido.

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